La moda del momento son los Chello’s Xmas Products, más allá de reírnos de la situación a mi me parece preocupante, volver a Panamá me ha hecho replantearme muchas cosas entre ellas si los panameños tenemos como parte de nuestra dieta alimenticia el cemento, la ciudad capital es una maravilla de puentes, túneles, cemento, aquí, allá, por toda la ciudad sin dejar un sólo lugar vacío, porque los espacios o se llenan con cemento o se consideran desaprovechados.

No sé cuando nos vamos a quejar, cuando vamos a reaccionar y darnos cuenta que las necesidades básicas no se satisfacen cada vez que hay campaña, es una obligación del Estado, y los gobiernos son simples ejecutores de las responsabilidades del Estado, o al menos así debería ser,
En Panamá las prioridades de la gente están al revés, la clase baja lucha día a día para poder sobrevivir mientras la clase media lucha día a día para mantener las apariencias e intentar entrar en un mundo de lujo de clase alta, aún cuando esto represente dejar de comer dos días, o no pagar la mensualidad del colegio de los niños.
El problema es la clase media con ínfulas de «jet set«, son (somos, porque no puedo excluirme) la crème de la criollez, en tacones caros, carros a medio pagar y casas hipotecadas, la clase media no es consciente de su posición asalariada, engranajes reemplazables en la cadena de producción, sólo eso.
Y mientras esa gente duerme en los laureles refrigerados de las «exclusivas boutiques» de los centro comerciales la clase política hace lo que le da la gana con el país, porque los verdaderos ricos manejan sus intereses con todos los partidos políticos, porque la protección que necesitan para sus imperios la pueden conseguir comprando a los gobernantes de turno, que en la mayoría de los casos vienen de esa clase media criolla y con ganas de subir, up, up, up arriba hasta la burbuja de los dioses del dólar.
He visto la utilidad de mis impuestos llegar en forma de jamón empacado en los states, de pavo (ave que ni siquiera forma parte de nuestra gastronomía de todos los días) y una lata de galletas, imitando a aquellas de la caja azul que venían de Dinamarca y que si estaban en casa quería decir que esa familia podía comprar en el Riba Smith.
– ay, no, yo no voy a agarrar ese jamón, porque no creo en políticos. – pero doña, agárrelo si eso ya lo pagó.