Karl Marx nunca inventó algo llamado “marxismo”, y el comunismo fue descrito por un francés llamado Victor D’Hupay 41 años antes de que Marx naciera. Pese a que la Guerra Fría terminó en 1989, las etiquetas “marxista”, “socialista” y “comunista” siguen siendo las más utilizadas en medios de comunicación estadounidenses para difamar a todo el que no sea del agrado de los comentaristas, y mientras la llamada izquierda los ignora, los pseudointelectuales de la “alt-right” se aseguran de que los resultados de búsqueda de estos términos arrojen memes paranoicos sobre los supuestos peligros del “marxismo cultural” (que por cierto, es una táctica de temor creada por los nazis). La triste realidad es que muy pocas personas parecen saber algo sobre lo que Marx decía en realidad, y esto es especialmente cierto en el caso de aquellos que denuncian el “marxismo” con mayor vehemencia.
En cualquier caso, este post es para todo el mundo: si solo quieres aprender lo esencial sobre el pensamiento de Marx, o si ya de por sí opinas que estaba errado, pues el post te servirá para al menos estar en desacuerdo con los conceptos correctos.
Dialéctica y la mecánica de la historia: la arquitectura material de la sociedad
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. – Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach.
Para cuando fue escrito el Manifiesto comunista, ya muchos socialistas utópicos y comunistas rondaban Europa causando todo tipo de revuelos. Sin embargo, antes de Marx, ellos (algunos más que otros, por supuesto) entendían la historia como un compendio de las acciones y elecciones de sus protagonistas, quienes luchaban por sus ideas, valores y creencias. La sociedad era entendida como un simple compendio de todo lo dicho y hecho por los personajes más importantes de la historia (incluyendo la típica intervención divina ocasional, o los “accidentes del destino”). Basados en esta concepción, los reformistas pensaban que la sociedad cambiaría si suficientes personas aceptaban sus nuevos valores e ideas acerca de cómo debían ser las cosas. Esta filosofía según la cual el mundo material es moldeado por las ideas, la mente, el espíritu u otras fuerzas inmateriales, se conoce como idealismo. Y aquí es donde entra un filósofo prusiano con su impresionante barba y lo arruina todo…
La base material: la infraestructura
“Según la concepción materialista de la historia, el elemento más determinante de la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos aseverado nada más que esto”.
–Friedrich Engels, amigo cercano de Marx y coautor del Manifiesto comunista.
Luego de estudiar filosofía, Marx comenzó a ver las cosas de forma muy diferente. Se dio cuenta de que la civilización tenía que producir todo lo que necesitaba para la supervivencia humana antes de poder desarrollar cultura, arte, religión o política. Notó que en la base de cada sociedad había un sistema para producir y reproducir los alimentos, el albergue y las condiciones materiales que sostienen la vida, al que llamó base material. Al ver que la base material no parecía resultar de los valores y creencias particulares de la sociedad, Marx concluyó que las condiciones materiales de las sociedades no eran el resultado de las ideologías, sino que, de hecho, parecía ser a la inversa.
Relaciones de producción: el ‘chasis’ social
“La sociedad no consiste en individuos, sino que expresa la suma de las interrelaciones, o las relaciones, en que se sostienen estos individuos”. –Karl Marx
Producir los bienes que sostienen a una sociedad entera es un proyecto colectivo, ya que todos necesitamos comer. Esto implica que todos estamos obligados a participar en la base, sea produciendo y consumiendo, o al menos consumiendo. Una persona cosecha, la otra transporta los alimentos a un pueblo donde a un cocinero le pagan por preparar la comida, y alguien más se la come en su hora de almuerzo trabajando en la misma tienda que vendió botas a los agricultores o granjeros por una porción del salario que les paga el dueño de la granja. Estos son ejemplos muy simples de las relaciones de producción, un término que Marx utilizó para describir el entramado social de relaciones que se producen entre los miembros de una sociedad como resultado de su base o infraestructura. En una escala más grande, estas relaciones dividen a la sociedad en grupos socialmente definidos por su rol económico.
Entendiendo la clase
Los grupos que comparten los mismos intereses económicos se conocen como clases. En las sociedades capitalistas, los jornaleros, maquinistas, empleados y otras personas que intercambian su fuerza de trabajo por un salario, constituyen la clase trabajadora, también conocida como proletariado. Mejores salarios, derechos laborales y programas sociales sólidos tienden a dar a los trabajadores una porción más grande de la riqueza total de la sociedad. Los empleadores, gente de negocios e inversionistas son la clase capitalista, a la que Marx se refirió como la burguesía (que literalmente se traduciría como “gente de la ciudad”). Los capitalistas se benefician económicamente de pagar salarios más bajos, brindar menos derechos laborales y tener menos regulaciones, pues todo ello les da una mayor porción de las riquezas de la sociedad.
La superestructura ideológica
“Las ideas de la clase dominante son, en todas las épocas, las ideas dominantes”. –Karl Marx
Marx veía las relaciones de producción como el marco de referencia de la cultura, los valores, las creencias y las ideas políticas en una sociedad, a lo cual llamó superestructura ideológica. La superestructura comprende prácticamente todo desde los sistemas legales y políticos hasta las instituciones religiosas, las escuelas y los medios de comunicación. Dado que las relaciones sociales no dan acceso o control equitativo sobre la riqueza, ciertas clases acaban teniendo un mayor poder económico. Esta estructura de poder es reforzada por la superestructura porque, naturalmente, las clases con mayor riqueza tienen mayor influencia sobre las instituciones, lo que convierte a estas últimas en instrumentos para justificar el statu quo y formalizar el poder económico de la clase dominante.

Por ejemplo, en el feudalismo la clase dominante era apoyada por la Iglesia a través del dogma religioso que justificaba la existencia de una monarquía, y que reinterpretaba la biblia de modo que los campesinos aprendieran que desobedecer a los gobernantes era un pecado y que la pobreza era una virtud. Sin embargo, bajo el capitalismo, los publicistas y las celebridades envían el mensaje de que cualquiera es libre de volverse rico si trabaja lo suficientemente duro por sí mismo, haciendo creer que los ricos de la clase capitalista fueron trabajadores en el pasado, igual que cualquier trabajador. Hasta el momento en que las relaciones de producción cambien (y es que siempre cambian), la superestructura refleja los intereses de la clase que controla la riqueza producida por la base.
Para resumir de forma básica la visión de Marx sobre la estructura material de la sociedad:
- La ideología, los valores, la política, las leyes, etc., son un resultado de la base material de la sociedad, que es el ciclo de actividad económica que produce las condiciones materiales necesarias para la supervivencia de dicha sociedad.
- Para producir la base, los miembros de la sociedad deben involucrarse en relaciones de producción que dan lugar a un marco social en el que se sostiene la superestructura ideológica.
- Las instituciones que componen la superestructura defienden y justifican las condiciones sociales y económicas en favor de la clase dominante.

Dialéctica y conflicto de clases: los motores del progreso social
“Quien haya entendido que la evolución procede por medio de la lucha entre fuerzas antagónicas; que una lenta acumulación de cambios en determinado momento hace estallar la vieja carcasa y trae una catástrofe, una revolución; quien finalmente haya aprendido a aplicar las leyes generales de la evolución al propio pensamiento, es un dialéctico. El entrenamiento dialéctico de la mente, tan necesario para un luchador revolucionario como para un pianista lo es ejercitar los dedos, requiere aproximarse a todos los problemas como procesos”.
–Leon Trotsky
Las ideas de Marx acerca de las fuerzas que yacen bajo la fachada de la sociedad no fueron lo único que cambió la forma de entender la historia humana. De hecho, estas aproximaciones materialistas son apenas el primer paso para entender el gran cuerpo teórico que Marx desarrolló para explicar cómo funciona el cambio social (es decir, la revolución).
El método dialéctico
El núcleo teórico de Marx sobre la historia es la dialéctica. La dialéctica es una manera de pensar críticamente los sistemas o procesos entendiendo su devenir; es decir, cómo llegan a ser lo que son. No existe una receta o fórmula exacta para el análisis dialéctico, pero sirve de ayuda ver la dialéctica en 3 partes: tesis, antítesis y síntesis. Una tesis puede ser cualquier cosa que elijamos analizar, y al examinarla de cerca encontramos que no puede ser separada de una fuerza opuesta que la niega; es decir, la antítesis. El conflicto entre las fuerzas opuestas desarrolla una contradicción que debe ser resuelta por la síntesis, que es un nuevo estado que condensa el conflicto en un “todo” más desarrollado. Esto es más simple de lo que parece. Aquí algunos ejemplos de la dialéctica en acción:
- La oruga (tesis) no puede ser entendida sin la mariposa (antítesis). Todo lo que tenga que ver con la oruga (masticar hojas, trepar plantas, un cuerpo segmentado, etc) contiene la fuerza de una mariposa que la niega. El conflicto entre estas fuerzas opuestas (la oruga y la mariposa) desarrolla una contradicción que hace colapsar el sistema de la oruga y da lugar a un nuevo estado: la crisálida (síntesis).
- Una planta eléctrica (tesis) funciona con carbón de una mina cercana. El carbón que produce la energía también convierte a la mina en una mina vacía (antítesis) que la niega. El conflicto entre las tendencias opuestas de la planta eléctrica y el vaciado de la mina desarrolla una contradicción interna en el sistema que colapsa y trae un nuevo estado, en el que se termina utilizando una fuente de energía distinta, o se clausura la planta (múltiples síntesis posibles).

La dialéctica social
Con la dialéctica, Marx construyó un modelo de la historia que entendía la sociedad como un proceso impulsado por contradicciones que se desarrollan en su base material, entre relaciones y fuerzas de producción opuestas. Al principio, las relaciones de producción son generadas por un patrón establecido por las fuerzas de producción, que son las materias primas, herramientas, trabajo y tecnologías disponibles para su uso en la producción. Luego, el patrón es formalizado en la superestructura legal y en las instituciones políticas, pues están controladas por la clase que obtiene mayores riquezas de la situación (y que, naturalmente, querrá mantenerlo así). Así es como las contradicciones comienzan a desarrollarse.
El patrón definido por las fuerzas de producción cambia con el tiempo debido al surgimiento de nuevas tecnologías, descubrimientos científicos, recursos cambiantes e innovaciones del trabajo, entre otros factores. A medida que estas fuerzas comienzan a cambiar, se alejan del patrón formalizado en las relaciones de producción, de modo que eventualmente ambas entran en conflicto. Por un lado, la clase dominante protege su poder reforzando los viejos patrones, y por el otro, las fuerzas de producción (incluyendo los trabajadores de la fuerza laboral) adoptan un nuevo patrón que contiene las semillas de una nueva estructura de clase.
Lucha de clases y revolución social
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases” –Karl Marx
Los intereses de la clase dominante se alinean con las tendencias de la resistencia al cambio presente en las relaciones de producción, mientras la clase productiva se alinea con las fuerzas de producción y su revolucionaria tendencia al progreso. A medida que se intensifica el conflicto entre las relaciones y las fuerzas, los mecanismos políticos y legales de la superestructura defienden el orden establecido, entorpeciendo el cambio en las fuerzas productivas y suprimiendo nuevos flujos de riqueza. Un buen ejemplo de lo anterior serían los esfuerzos realizados actualmente por el Congreso y la Comisión Federal de Comunicaciones por ganar mayor control sobre internet, un invento transformador para las fuerzas de producción.
Sin embargo, es común que las clases productivas tarden en desarrollar un sentido de solidaridad de clase (o conciencia de clase), pues la superestructura opera para adoctrinar a las mayorías con las perspectivas e ideologías de la clase dominante. Los medios, la educación y la propaganda persuaden constantemente a la sociedad de que aquello que beneficia a la clase dominante es lo mejor para todos. Pero es cuestión de tiempo. Mientras algunas contradicciones se desarrollan más profundamente, la clase dominante se ve en la necesidad de recurrir cada vez más a la fuerza y a la tiranía para preservar el orden social, eventualmente provocando el levantamiento de las clases dominadas.
Cuando las condiciones están lo suficientemente maduras, la revolución social rompe el cascarón del orden ya colapsado para formar nuevas relaciones de producción de manera espontánea, transformando la sociedad de abajo hacia arriba; es decir, de la base a la superestructura.
Entendiendo la tradición marxista
Lo que mucha gente no entiende de Marx es que él nunca tuvo la intención de impulsar el argumento ético o moral de que todos debamos ser iguales. Marx se ocupó de la mecánica de la historia y trató de explicar cómo funcionaba la sociedad. Nunca dijo que el capitalismo debía caer (muchas personas ya habían llegado a esa conclusión antes que él), sino que caería porque tenía que caer, dado que las propias contradicciones en la base del capitalismo asegurarían su caída, al igual que ocurrió con todas las sociedades de clases que lo antecedieron.
Ni siquiera se trata de si “el socialismo es correcto”, o de si es la mejor idea, sino de los resultados inevitables de la historia. Una de las implicaciones más radicales de la teoría marxista es que, al igual que la evolución, el desarrollo biológico, la entropía o el propio tiempo, la historia tiende a moverse en una dirección: hacia adelante.
El marxismo es la idea de que la sociedad es un verbo
Aunque Marx era crítico del capitalismo, lo era aún más de todos los otros sistemas que existieron antes. Está claro en sus propios escritos que Marx veía el capitalismo como progresista en comparación con lo que había antes, y que admiraba la eficiencia de la producción capitalista, a la cual consideraba un paso hacia la abundancia necesaria para el desarrollo del socialismo. Tal como una oruga o una crisálida son fases en el desarrollo de una mariposa, él entendió que tanto el capitalismo como el socialismo eran fases para el desarrollo pleno de la sociedad. Pero, sin la oruga y sin la crisálida, o sin el capitalismo, no puede haber ni mariposa ni comunismo.
Marx: meteorólogo y profeta
Para entender qué hacía a la sociedad cambiar, Marx se remitió a sus raíces en lo más oscuro de la historia, y en lugar de hazañas de reyes, encontró un crisol en cuyo interior vio una civilización verdaderamente humana aún en desarrollo. Y aunque seguramente no le hubiese agradado esta comparación, en cierta forma él era más que economista o historiador, un profeta. Al igual que Isaías, él proclamó la emancipación de los pobres y los oprimidos, advirtiendo a los gobernantes acaudalados de que un día su poder se evaporaría. Al buscar las constelaciones en donde se entrecruzan la historia, la naturaleza y la civilización, Marx percibió un patrón. O quizás solo era una especie de meteorólogo que daba predicciones socioeconómicas para una sociedad sin estado y sin clases.
Solidariamente,
John Laurits
Texto original: