Le damos muchísima importancia a los aparatos electrónicos. Quienes me conocen pueden decir que no es común que esa frase salga de mi, amo mis aparatitos, y sobretodo estar conectada todo el tiempo, y el trillado argumento de que pasamos mas tiempo en el celular que en la vida real y que reemplazamos momentos reales por fotos congeladas en una memoria, me parecía una excusa para aquellos que no se manejan con la tecnología, en este vivir lejos de casa, con un presupuesto muchísimo más limitado que antes me ha enseñado algunas cosas, primero se dañó mi computadora, mi gato tiró sobre ella una copa de vino dejándome sin un trabajo de la universidad que me obliga a repetir una materia, la cagada ya está hecha y no puedo hacer nada, SHIT HAPPENS! (es así)
Por segunda vez se daña mi celular, decide apagarse y borrar todo lo que había dentro, por primera vez no hice backup de las fotos, justo esta vez que mis mejores amigos estuvieron visitando, justo esta vez que tenía tan buenas fotos.
Siempre hay buenas fotos, y cuando las fotos se van, cuando ya no aparecen más que hago? colapso? no puedo colapsar, aun cuando mi pecho se sienta hundido, cuando sienta que casi no voy a poder respirar porque ya no tengo esas fotos en las que todo mundo salía tan bien….y ahora qué?
Pues nada, ahora queda la memoria, si esa que antes se usaba para almacenar historias y poder contarlas describiendo cada de talles, reviviendo los colores, olores, sabores e imágenes para describirlas a nuestro interlocutor, o para nuestro propio regocijo espiritual.
Ahora no tengo las fotos del viaje a Uruguay y los paseos por Buenos Aires, pero me queda el sonido del mar, las risas, el olor y sabor de la comida, los abrazos, y están ahí, perfectos, inmutables, tal cual sucedieron, y con sólo quererlo puedo volver a escuchar las olas, oler la parrillada, sentir el abrazo de llegada de mi amigo René, escuchar a Jani cantar «debajo del mar», oler el perfume que Liz se pone todas las mañanas.
Que si me molesta haber perdido las fotos? SI, y mucho. pero agradezco tener mi propia memoria intacta, para recordar