y así descubrí la magia,
del verdugo que ahogaba mis pasiones,
sin saber quien era,
no recuerdo
su género,
su voz,
o si acaso
un ínfima fracción de su rostro cubierto,
la capucha negra confunde a mi memoria,
sus manos se quedaron grabadas mi ser,
junto a la piedad que se llevaba cada gota de mi espíritu
lejos, muy lejos,
del lecho de muerte de mi alma.